Tostar los piñones: Comience tostando los piñones en una sartén seca a fuego medio-bajo. Revuelva con frecuencia hasta que se doren y emitan un aroma a nuez. Tenga cuidado, ya que los piñones pueden quemarse rápidamente. Una vez tostadas, retíralas del fuego y déjalas enfriar.
Prepara la albahaca: Lave y seque bien las hojas de albahaca fresca. Asegúrate de que estén completamente secos para evitar que el pesto se vuelva aguado. Retire los tallos grandes, ya que pueden amargar la salsa.
Licue los ingredientes: en un procesador de alimentos o licuadora, combine los piñones tostados, los dientes de ajo pelados, el queso parmesano recién rallado y las hojas de albahaca envasadas. Si prefieres un pesto más brillante, también puedes agregar una cucharada de jugo de limón en esta etapa. Pulse la mezcla hasta que se convierta en una pasta gruesa.
Rocíe el aceite de oliva: Rocíe lentamente el aceite de oliva virgen extra con el procesador de alimentos o la licuadora en marcha. Esta adición gradual ayuda a emulsionar la salsa, creando una consistencia suave y cremosa. Continúe licuando hasta que el pesto alcance la textura deseada, ya sea ligeramente grumoso o perfectamente suave.
Sazone al gusto: agregue sal y pimienta negra recién molida al pesto y licue por unos segundos más. Prueba el pesto y ajusta la sazón si es necesario. Recuerde que el queso parmesano es naturalmente salado, así que al principio tenga cuidado con la sal.
Almacenar o servir: Es mejor disfrutar el pesto casero fresco, pero puedes guardarlo en un recipiente hermético en el refrigerador hasta por una semana. Para evitar la oxidación, presione una capa de plástico directamente sobre la superficie del pesto antes de sellar el recipiente.